Después del fin de semana con amigos de los nenes que se quedaron a dormir, apenas nos queda un respiro al terminar la tarde de domingo. El hombre de la casa se hizo cargo de varias situaciones: poner orden moral, algo de orden físico, desarmar conflictos. Bien. Pero anoche cuando rondaban las once y los petisos seguían al mando del living, después de ¨Camp Rock 2¨, con otra peli de Disney, de adolescente en sus sweet 16, el embole de mi marido era visible. Ya no se bancaba más. De verdad para él, como para varios de sus congéneres, el dominio del control remoto es una necesidad visceral. Yo se lo vengo cediendo desde hace más de una década, sin problemas, sin demasiada frustración, simplemente me iba del living en cuanto el zapping furioso se convertía en estúpido. Además de que en general mi turno en la tele se evaporaba llevando niños a dormir, quedándome dormida en sus camas y otros. Nada, las mujeres vamos aprendiendo a ceder, a resignar. Si, me dirán, no todas, si, algunas llegan a directoras, gerentas, uf. Cada uno logra lo que puede o lo que se propone. La cosa es que después de catorce años el hombre de la casa ha perdido la hegemonía del control remoto, no sólo en manos de sus hijos. Yo me cansé de esperar y ahora pongo ¨House¨ todas las noches, le guste a quien le guste, le pese a quien le pese.
Hace 1 día