No sé si reflexionar sobre el día trivial que tuve hoy o sobre el día de la Madre con marido de viaje, que me espera mañana. Siempre la duda entre el pasado y el futuro. Me está asustando que algunos pasados recientes ya se transformaron en remotos y yo no dejo de mantenerlos en presente continuo en mi cabezota. YA es un clásico que algún hecho intenso de mi vida me obsesione o me atormente directamente, durante un lapso de entre dos y cuatro años, digamos. Pero pasado ese tiempo empieza a caerle una pátina de olvido. O eso sucedía antes, cuando quizás las cosas que me pasaban en el tiempo presente parecían más intensas. Sin embargo casi todo lo que sucedió ya hace unos diez años todavía tiene su señal de neón iluminando mi consciencia a cualquier hora del día. Una década debería ser tiempo suficiente para agotarle las baterías a cualquier tema pendiente. Pero me temo que estoy ante obsesiones recargables. Algunas, al menos.
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