viernes, 24 de noviembre de 2017

elegir una carrera, 30 años después

Terminaba 1987 y yo tenía que elegir qué orientación iba a seguir en el bachillerato al año siguiente. Las certezas se terminaban para siempre. Desde entonces nunca tuve paz, quizás antes tampoco pero no lo sabía. Era más feliz cuando no tenía que tomar decisiones.
Como yo creía en mi test de coeficiente intelectual,  y mi ego también, a pesar de que me encantaba la literatura, no me veía en otro futuro posible que siendo profesora de enseñanza secundaria, y con quince años, qué destino peor se podía imaginar. Así que me decidí por el bachillerato biológico, orientación medicina. Para cuando habían pasado dos meses, mi nivel de inseguridad se había instalado en los valores estándar que manejo hasta ahora para cualquier decisión y entonces llegué a la conclusión de que mejor era pasarme a humanístico. Para fin de año terminé dando las dos opciones, todas las materias libres. Así empezó todo y nunca pude parar de dudar. Entré a la facultad de Ciencias y las voces en mi cabeza eran tan fuertes que no escuchaba lo que explicaban los profesores. Los dos primeros años fueron muy duros pero me salvó todo lo que me divertí con los amigos nuevos. Al tercer año decidí meterme de cabeza para adelante, ya no podía abandonar y empezar algo nuevo. Terminar la licenciatura en bioquímica me llevó seis años, la Maestría otros tres, y aún hasta el final no estaba segura de estar en lo mío pero tenía la conciencia  de que era feliz cuando me sentaba en la mesada con el sol entrando por la ventana al lado mío, las pipetas y los eppendorf ordenaditos para empezar el experimento del día. No le presté atención a eso. Después vinieron los hijos y los cambios de planes inesperados. La crisis económica y la falta de futuro para la ciencia. Como yo no podía salir del mandato de que el trabajo es para ganar plata, llegó el momento en que decidí cambiar por un ambiente donde los sueldos eran buenos en serio: la industria farmacéutica.  Al principio me gustó la vida de oficina y ganar bien, comprarme ropa para ir a trabajar. Pero la duda nunca desapareció. Se duplicó. Ya no era solo si debería haber hecho ciencia o literatura, sino si debería haber abandonado la investigación básica o no. La verdad es que la ciencia me abandonó a mí, y yo me fui volcando a estar con mis  hijos. Durante muchos años no hubo nada que me importara más que estar en la puerta del jardín a la hora de la salida, llevarlos a los cumpleaños y ni hablar las terapias especiales y los médicos semanales de mi hijo con discapacidad. Dos hijos era un número manejable y los plazos para volver a trabajar eran razonables. Cuando tuve dos hijos más todo cambió. Las actividades de mamá se volvieron repetidas pero los niños y el amor eran nuevos. Yo no me estaba haciendo más joven y el tiempo pasó, la ciencia se revolucionó, mis colegas crecieron y yo quedé atrás, muy atrás como un puntito en el horizonte.
Después de muchas peripecias, todas en bajada, este año llegué a la conclusión de que mi única salida  laboral es a través de una startup. Invertir o participar. Parece que llegué a lo segundo. Después de tantos años otra vez me ofrecen una OPORTUNIDAD: voy a ser socia de una startup. Eso significa trabajar sin sueldo por un futuro como accionista de una biotech. Suena muy lindo pero mi nivel de realismo y de depresión basal ya no permiten que me ilusione mucho. Incluso estoy a prueba.
Me pongo a leer los papers científicos que avalan la base tecnológica del proceso, y me encuentro recuperando conocimiento hundido, investigando para recordar lo que supe de memoria, y veo finalmente mi carrera como una herramienta. Cuando estudiaba no imaginaba cómo podría usar al retículo endoplasmático en mi vida. Cuando terminé la maestría, la idea de armar una empresa era una locura extraterrestre en medio de la crisis del 2001. Cuando trabajé en la industria farmacéutica, todavía tenía demasiadas expectativas sobre mí misma y me sentía subutilizada archivando documentos esenciales de los ensayos clínicos en  un salón gigante sin ventanas, tapado de estanterías, la viva imagen de la burocracia letal.  En todos los trabajos que tuve mi formación básica era requerida como conocimiento, no necesariamente para ser utilizado en la forma en que me lo enseñaron. Nunca más tuve que usar la centrífuga ni el espectrofotómetro, ni un termociclador entre tantos otros aparatos.  Por suerte mi curiosidad inútil me ha llevado a seguir leyendo abstracts sin parar durante más de una década fuera del sistema, aunque sí tuve que aprender sobre cada tema en el que  estuve involucrada en la investigación clínica. Pero recién ahora, una vez más me vuelvo a enfrentar con una tarea para la cual alguna vez me formé. Ya no siento que debo pipetear para hacer mi trabajo, porque ya no es posible. Pero de toda esta incertidumbre puedo sacar una conclusión. No le erré a la carrera que elegí. Le erré a varias decisiones que tomé en el camino, sistemáticamente. He sido una máquina de tomar decisiones malas  y probablemente lo siga siendo. Hago mal las cosas, me atropello, me distraigo patológicamente. Ahora ya sé que soy casi bipolar, con trastorno de ansiedad generalizado y probable depresión aunque no me la han llegado a diagnosticar, he ahorrado en psiquiatra este año. No sé si voy a poder hacerlo mejor o distinto que las veces anteriores. Pero lo voy a intentar una vez más. Puede que lo único nuevo que haya aprendido sea que ahora sé todo lo que hago mal, a pesar de que no veo cómo puedo cambiarlo. Antes tenía esperanza de que un nuevo comienzo iba a traer el cambio definitivo. Ahora sé que eso no es posible. Si lo logro o no, va a tener que ser con todas estas limitaciones, que no se van a ir. Podré?
Lo loco, como siempre, es que esta oportunidad apareció justo cuando tenía una versión bastante corregida de mis relatos y estaba por poner la energía en tratar de que me publiquen una nouvelle o finalmente entregarme a la autopublicación con distribución que me han ofrecido.
Al final nunca puedo dejar de elegir

miércoles, 13 de septiembre de 2017

me olvido que soy yo

Ayer por un par de horas llegué a armarme en la cabeza el plan de hacer el doctorado, y me convencí. Como si no lo hubiera intentado ya hace diez años. No quiero hacer el doctorado, quiero tener veinticinco otra vez

jueves, 17 de agosto de 2017

volviendo de vuelta

Porque la felicidad ya no se bloquea, se instagramea. El viaje a Italia fue hermoso, ya no tengo la expectativa de la felicidad total ni de caerme de culo de la emoción ante lugares ya vistos, aún así hubo momentos mágicos. Como un prosecco al atardecer en Villa Borghese y el mejor cocktail de la vida. Ya le había echado el ojo al lugar antes de que llegara marido. Es cierto, no hice diario íntimo de este viaje. Todo quedará en el olvido o en las 400 fotos del viaje.

Y después pasó Julio sin pena ni gloria. Paseos trillados de vacaciones de invierno. Fui perdiendo el gustito del Estate Italiano. Y llegó Agosto y se vino el cumpleaños de quince de mi segundo hijo, en el cual se nos permitió hacer de hamburgueseros y mozos, para retirarnos lo más rápido posible fuera de la vista de los adolescentes. Y así estamos llegando ya al calorcito previo a Santa Rosa.
La mañana estaba un poco depre, como siempre que creo que he terminado de corregir mis cuentos, y los vuelvo a leer. También puede haber sido por falta de café así que me mandé el segundo del día. Tengo otros recursos disponibles, como avanzar con mi lista de pendientes: arreglar problemas con la VISA, la municipalidad y otros impuestos. Ya resolví lo de la alarma. La mañana, el momento más energético del día, trataré de no desperdiciarla una vez más

viernes, 9 de junio de 2017

paralizada por las opciones

RESULTA que ya el viernes próximo me estoy yendo a Roma, no le he dedicado la energía necesaria a resolver activamente cosas como comprar tickets online o saberme de memoria el sistema de transporte (como hice en algún otro viaje…), no me puedo decidir entre las opciones, qué día voy a qué, etc. Las opciones me paralizan. Ya me armé itinerarios y al quinto día llega marido. Para eso vienen mi madre y mis tíos a quedarse con la prole y esa parte me consume energía también. No me puedo quejar, la última vez que hicimos algo así fue hace ocho años, y por como pinta la cosa, la próxima será dentro de ocho años.
Mi nivel de depresión leve y oculto me impide estar exultante así que para parecer normal voy a tener que poner cara de chocha durante los días previos a mi partida, porque en total mis parientes se van a quedar en casa unos 10 o 15 días más de lo que yo planeaba, para llegar con anticipación. No me estoy quejando, mi medidor interno de privilegios empieza a emitir sonidos de alarma suaves y breves. Pero la verdad está allá abajo agazapada. De todas maneras sé que lo voy a pasar bien cuando esté allá. Es que no puedo confesar a nadie este desierto interior, esta falta de, a pesar de que funciono a toda máquina el día entero, hay algo apagado. A veces tengo la esperanza de que una pastillita o algún hongo mexicano me solucionarían los problemas mentales. Pero la cosa viene de familia

viernes, 2 de junio de 2017

cafecito vía Teleconferencia


Me defino como la que hace el esfuerzo de mantener las relaciones, casi siempre. Es que soy la que se fue de la ciudad, del trabajo, etc. Entonces los demás se quedaron en lo suyo pero si yo quiero mantener aquel viejo vínculo, me tengo que arremangar, llamar, invitar, remar para que ¨nos veamos. Así he sostenido la amistad de un grupito básico de compañeros de facultad, aunque hoy no me encuentro reflejada en ellos cuando nos vemos. Es más, lo padezco. Estoy en la antítesis de mis former colegas, todos profesores adjuntos con muchos congresos encima y poca plata. Yo estoy del otro lado aunque tampoco la exageración pero no es muy difícil ganar mejor que un profesor universitario, ni te digo si son dos en la pareja, o si además mantienen el jipi lifestyle uruguayo que viene acompañado de no tener un mango nunca. Sigo siendo la extraterrestre que era antes por razones diferentes.
En Argentina es otra historia, tuve un grupo unido los primeros cuatro años en que trabajé en un laboratorio. Después me fui, pasé por cinco trabajos en quince años más o menos. Quedé muy apegada a ese primer grupo donde casi todos siguen trabajando, aunque han cambiado y muchos se odian entre ellos. Y yo también cambié, y me peleé con varios, pero hay dos o tres que trato de no perder, y con gran esfuerzo logro que nos encontremos quizás cada dos años. Esta vez le escribí el mail anual a una de mis antiguas compañeras y me invitó a reunirnos por Skype. SE entiende que en esta ciudad alguien que vive en otro barrio puede estar a 25km de mi casa así  que peor es nada, tendremos el cafecito anual por TC, ni siquiera estoy en sus contactos así que acá estoy esperando, con la solicitud pendiente. Y ya me tomé el café

martes, 16 de mayo de 2017

Acá en mi oficina, con el sombrero de playa pa taparme del sol

Tengo el don natural de hacer las cosas casi bien. Esa pequeña diferencia que en la época de estudio me bajaba la nota, en la vida real se traduce en ERROR, ERROR, ERROR. Un error en un detalle te arruina todo, por algo siempre me acuerdo del nabo que confundió pulgadas con centímetros y cuando pusieron al Hubble en órbita se dieron cuenta de que era miope… o era una sonda a Marte que tenía un error de diseño? bueno, una de esas dos cosas. Yo hubiera sido la tipa que hizo el cálculo y justo se olvidó que había que usar el otro sistema de medidas. Así que acá estoy en el escritorio/playroom-mini/biblioteca sala de computadoras de la casa, el único dormitorio libre, que siempre está lleno de cosas. Y para ser práctica, me armé una mesa con tabla y caballetes, pero de frente a la ventana y al sol de la mañana. Esta ubicación además de matarme con el sol de frente, me hace entrar en agonía cada vez que me alejo unos metros por miedo a que un ladrón vea por la ventana, salte la reja de entrada, rompa el vidrio, y me robe la notebook por la ventana. No tengo paz, así que si salgo la escondo abajo del almohadón de la silla, que tampoco es cómoda, es una silla cualquiera porque le dejé las sillas buenas a mis hijos grandes. Bueno, fue porque cambiamos el piso flotante y no quería rayarlo. Y los caballetes que compré son un  altos así que la mesa queda un poco incómoda. Así que los escasos momentos en que decido sentarme a pensar en todo eso que quiero hacer concentrada, desde pagos online hasta la corrección de mi borrador infinito de novela mala, todo eso, lo hago en la incomodidad del sol de frente, la silla y la espalda, las muñecas clavadas en los bordes de la mesa mientras tecleo, y el miedo a un robo. Y como lo mío es la dispersión, no me queda espacio mental para concentrarme en serio en nada. Fui perdiendo todo, quedé reducida a la que hace la comida y revisa el revoltijo de objetos de diferentes categorías que están siempre fuera de lugar. Muchos, porque no lo tienen. Retrato de una vida desorganizada. Uy! Me tengo que ir arriba a buscar el usb que me olvidé, ya vuelvo

sábado, 6 de mayo de 2017

También lo dicen en el diario

Dicen que las mujeres cargan todo el peso de la familia la casa los hijos el trabajo la carrera el marido. Lo dicen los diarios, lo critican las revistas progres. Y yo no paro de producir cortisol, vivo en estrés permanente  juzgando mi pasado, mi presente, mis decisiones  equivocadas ahora pero que antes estuvieron bien, y lo cotidiano me tapa más alto que un tsunami, mi único momento de pensamiento profundo es adentro de un libro. Treinta años estudiando, esforzándome para un futuro muy serio, y otros quince desarmando la madeja de la familia, creando y criando hijos, armando la vida familiar y suburbana ideal, la que imaginaba, la que no tuve yo. Pero ahora el tiempo me está pasando por arriba, se levan los puentes, se cierran las compuertas, el sol se está poniendo, el hechizo se acaba y sólo quedo yo, parada sola frente a la cocina cada noche, sin más futuro que la hora del desayuno del día siguiente y el rush hour para llegar a tiempo al colegio. Un camino inesperado.

lunes, 17 de abril de 2017

También lo dijo chico Bestia

Ten cuidado con tus deseos porque pueden hacerse realidad. Parece que no es un mal menor. Hasta en los dibujitos que miran mis hijos lo usan como tema. El nivel de filosofía que hay en los Cartoons les pasa por encima del jopo mientras yo reflexiono sobre la vida y mis fracasos sentada frente al televisor con ellos. Uno de los tantos momentos que reflejan mi futuro vacío, es que ese momento de televisión con mis hijos no es una liberación sino una cárcel.  Vivo rumiando sobre mi pasado y sin embargo parece que no me lo sé de memoria, tengo que convencerme varias veces al día de las razones por las que tomé las decisiones que me fueron llevando a este camino sin salida. Mi única solución es aceptarme como soy, donde estoy, a donde llegué y a donde ya no voy a ir. Tan fácil y tan difícil como eso.
Una cosa a destacar del momento presente: estoy a posteando a las 11pm como en los viejos tiempos en los que todavía tenía esperanzas.

lunes, 27 de marzo de 2017

depresión nivel fin de marzo

Esta es la época en la que ya hay que tener todo COLOCADO. Nuevas actividades para los hijos, horarios, empleada funcionando, búsqueda laboral/cursos/planes de viaje encaminados.
Bueno, nada de eso está firme claro ni decidido.
En cambio me metí como delegada de clase para mi hijo de secundaria y me gané una guerra vía mail con la madre del supuesto súper inteligente pero de mala conducta/altanero no reconocido como tal por la madre que lo único que dice, es que es brillante y no puede con su conducta, ¨bueno, yo tampoco. La señora le reenvía los mails de los padres a su hijo que los muestra en clase. Caldo de cultivo para problemas con padres e hijos.
La invité a tomar un café con madre mediadora. Pero al bajar el nivel de acusaciones todo quedó en una caricia al lomo de la yegua esta, y así estamos.
No tengo salida para ninguno de mis problemas y me acabo de encontrar una nueva puerta de entrada

miércoles, 1 de marzo de 2017

Ya llegaste, Marzo

Empieza Marzo, termina el preámbulo de Febrero y yo con mis indecisiones de siempre. La lista es tan grande y endeble como si todo fuera nuevo.
Mis white girl problems varían entre
-hacer un viaje pero no tengo con quien dejar a mis hijos o tratar de enganchar en un trabajo de mierda y poca plata (que cambio por empleada y combi) en el cual no tenga más que quince días de vacaciones hasta dentro de seis meses mientras que mis hijos, sólo en el año lectivo tienen OCHENTA días de vacaciones.
-seguir corrigiendo mi ¨libro¨ o dejarlo en un cajón. Hacer un taller literario o clínica de corrección.
-tener empleada cama adentro y odiarla pero poder hacer algo de todo lo anterior, o no tenerla y que me coma lo doméstico sin trabajar escribir o viajar

Hola Marzo, ya llegaste

martes, 14 de febrero de 2017

San valentincito

Una forma más de notar que ya no me importa nada, es San Valentin. Los años de buscar el amor, la adolescencia y rechazar al imperfecto y que me rechazaran a mí cada cinco minutos, la época de desear como loca, las ganas de todo todo el tiempo.

jueves, 2 de febrero de 2017

2017 here we go

Empezó febrero y en lo que va del año ya nos robaron la casa en vacaciones, sacaron la reja, se llevaron una caja con plata y unas joyas que eran de mi abuela, sospechas de empleadas, etc.  Y el auto se me quedó roto en uruguay, lo esperé un día y justo cuando me subí al ómnibus con los cuatro hijos, me llama el hombre del taller para decirme ¨está listo¨. Así viene este año, bastante gastado para el primer mes. La última semana de vacaciones fue de campamento gitano en un largo viaje de vuelta en etapas de visitas reuniones  y trámites.  Y ahora la desazón descansada de estar en casa y esperar otro año de incertidumbre. Me desperté con la certeza de que me estoy secando.
Mis problemas y mis planes son los de siempre, eso al fin y al cabo no es tan malo. Que no haya problemas nuevos. Por ahora.
Estoy leyendo ¨La esposa joven¨  de Alessandro Baricco y es tan hermosa y poética que todo lo que dice duele, creo que tanta literatura bella me dejó revueltas las certezas.