de un extremo al otro

Como siempre, así es mi marido. El martes partimos rumbo a Valizas, pasamos una noche deploraba en un rancho alguilado, mugriento y roñoso, bueno, cabaña, aclaremos para los que no conocen el léxico valicero. Yo intento volver a ser hippie por un rato, sólo para darle el gusto pero no hay caso. Ya no soporto la mugre ni cinco minutos. Resolvimos por ahí los temas pendientes de nuestro viejo rancho, se lo dejamos a un conocido para que lo alquile. Pensar que yo fui tan felíz allí. Incluso, hace unos dieciocho años me quedé en este mismo ranchito de la otra noche y sólo me acuerdo de que lo pasamos genial, y éramos como quince!!! cielos

Bueno, despues, volvimos del extremo este, y camino a punta del este, el hombre en cuestión me dice ¨vamos a pueblo garzon a ver el restaurant de francis malmann¨?, si, de una a otra. Y bueno, vamos, dije
Qué onda Francis, de verdad. Un visionario, una esquina en un micropueblo perdido, genial. Lo estaban arreglando para abrir en una semana.
Ya estábamos de vuelta, por llegar a la ruta de asfalto cuando miré por el retrovisor y ví el neumático que se iba en dirección contraria a nosotros. Por suerte íbamos despacio. PAramos y la tasa estaba incrustada en el ripio del camino. Yo salí con los dos grandes rumbo a la comisaria, a unos 300 metros, pero estaba cerrada. por suerte dos gauchos con gato y herramientas ayudaron al hombre de la casa, y antes de que se despertara Agus de su siesta, ya estábamos en camino otra vez. Llegamos al apartamento pañuelo de mi suegra en punta del este, que suelo detestar, pero despues de las aventuras previas, y sin mi suegro durmiendo todo el día allí, y el baño sin sus decoraciones líquidas, todo era mucho más agradable que en mis recuerdos. Y acá estamos, en la meca del cholulismo, pero en baja temporada no es tan malo.
Al final somos unos porteños más.