lunes, 30 de septiembre de 2013

Llamada de larga distancia (o cómo manejar las expectativas de mi mamá)




Ay yo quiero leer algo tuyo antes de morirme, un día nos tenés que mostrar lo que escribís porque tiene que ser genial, en una de esas nos ponés a parir a todos, y eso tiene que ser magnífico, vos sabés, con esa vida interior que debés tener,  vos no tenés que trabajar, con una vida como la tuya es lo que yo le digo a Raúl, tenés que dedicarte a escribir porque no es que sos una privilegiada como vos decís, no se trata de tener cosas materiales, lo tuyo es una esclavitud, tenés una vida muy dura, no es vida lo tuyo, yo no sé cómo hacés para hacer todas esas cosas, yo me pierdo cuando me lo empezás a contar, y cuidar a tantos hijos, yo que no supe lo que es cuidar a una hija,  y vos con un hijo con problemas como Andrés, no le toca a cualquiera eso, y las clases extracurriculares, y las terapias, y ese Buenos Aires tan estresaaante, todo tan lejos, y lo que son los autos, yo me muero si tengo que manejar allá, y vos vas y venís todo el día, el loquero que es esa casa a la hora de comer, y la hora de bañarse, y la hora de dormir, y para salir a la escuela, tenés que publicar algo, y yo voy a decir, es de mi hija la escritora, me lo tenés que mostrar…
 Y ahí recién yo abro la boca para decir,
-es que yo escribo cuentos porno, mamá.
Aaah bueno entonces vas a ser como la de las Cincuenta sombras de Grey, vas a vender millones de libros un día de estos, qué genial, debés ser una gran escritora porno, es genial eso, me encanta, me lo tenés que mostrar un día. El año que viene vamos a ir con Raúl y nos vamos a quedar en un apartamento por el Centro o por La Recoleta que nos encanta porque se puede caminar por Santa Fe, ir al cine, ir a tomar un cortado, porque tu casa queda tan lejos y es tan difícil llegar hasta allá, y es tan oscuro de noche, tan peligroso, es una boca de lobo, yo no sé cómo no te da miedo vivir ahí


Algo hay que decir

jueves, 19 de septiembre de 2013

Mi foto más horrenda




Me lo tengo merecido por cholula. Ahí estaba en la fila con mi libro para un autógrafo. Ayer me escapé al MALBA a una conferencia de Almudena Grandes a las siete de la tarde. No es una hora para una mamá de cuatro niños, cierto?. En estas últimas semanas me escabullí ya unas tres veces a la noche para cosas buenísimas (cenas guau incluidas). Mi hijo mayor tiene doce años y en la última década y más, he pasado meses y meses sin salir a la noche, probablemente años enteros, sobre todo en la época en que tenía bebés. Así que me toca a mí. Pero todavía me da una pena terrible saber que se van a dormir sin el besito de buenas noches, que compenso (soborno) con alguna sorpresita al otro día.
Por suerte, para mitigar mi culpa, anoche me esperaban dos hijos (Guille, 11, y Mateo, 2 y 8 meses) con todas las pilas a las diez de la noche.  Lo de todos los días, bah. Y ahí sigue mi lista de pecados. Cuando los dos mayores eran chiquitos yo me iba a sus camas, les leía, me quedaba dormida en el intento, luego me despertaba y a veces ni siquiera había cenado. Fueron un par de años caóticos hasta que logré ordenar las cosas, pasar del caos al orden obvio, a saber:
-el horario de la cena se hizo fijo y único, y si marido no estaba, sorry, yo cenaba igual. Nada de esperarlo
-los niños finalmente dejaron de dormir siesta en el jardín y tuvimos un poco de calma... hasta el año siguiente en que nació el tercer hijo. Pero a partir de ahí logré mantener las riendas de la hora de dormir, hasta más o menos el año pasado, cuando Guille empezó a ponerse cada vez más difícil para dormirse. Las nueve, las diez, las once. A veces son casi las doce y está despierto, y yo queriendo matarlo. Y el más chiquito entretanto se termina durmiendo en el sofá del living mientras nosotros miramos series en Netflix, porque ya no tengo paciencia ni ganas de quedarme dormida en la cama con él, quiero drogarme con Breaking Bad! Terrible consecuencia de las largas siestas (tiene el sueño de una pirámide egipcia), el niño no se duerme hasta las once o doce de la noche, porque además el hermano le hace ruido, y él se levanta de la cama. Y bueno, venite al sillón con la manta de ositos. No hay escapatoria. Cada noche y cada mañana es una batalla interminable y repetida en mi casa desde hace años. Siempre la misma canción. Por suerte para este blog, no te cuento cada día de mi vida porque de verdad sería demasiado neurótico, hasta para mí.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Mi noche con The Boss



Esta vez voy en estéreo con mi otro blog, pero te dejo el cuento también acá. Es que fue una noche inolvidable:



Parece que va a nevar, me dice Gerardo. Pero no, es lluvia finita, y  un frío de invierno verdadero, de noche a la intemperie, no el de calefacción y auto y mediodías de sol que vivo en mi burbuja presente. Estamos viendo a The Boss, cantando y tocando la guitarra con los moves de tres décadas atrás. El frío me lleva a las noches de mi adolescencia en minifalda, saliendo a bailar desabrigada, congelada por el viento montevideano, cuando no lo vine a ver porque era chica, tenía dieciseis años y el viaje a Buenos Aires era caro y el peligro incluido,  nebuloso. 
Pasó mi vida entretanto. Hoy estoy en el Campo preferencial. En casa quedaron cuatro hijos y un amigo, jugando juegos en la computadora, y la empleada, mirando HBO.  Y yo vengo a recordar mis Glory Days. Veo una bandera de Peñarol flameando a unos metros, más cerca del escenario. Fue Leonardo el que mi hizo escuchar a Bruce Springsteen, y a Dire Straits. Me pregunto si puede haber otro uruguayo tan hinchapelotas como para venirse con esa bandera. En el fútbol nunca nos pudimos poner de acuerdo. Me voy lejos, a una charla de reencuentro imaginaria, a una foto para subir a Facebook y hacerle adivinar a las pocas amigas que lo pueden recordar de aquella época, quién es el personaje que me encontré. Me pregunto si estará canoso o pelado, si tendrá rulos grises o se habrá convertido en su papá. Escaneo las caras cercanas pero no lo encuentro, sé que si está, es allá adelante, pronto para cumplir su sueño viejo. Me pregunto si le quedará entusiasmo para la aventura, o si estará en Montevideo y le habrá dado pereza la travesía o el gasto para venir. El show pasa, The Boss recorre el campo con su guitarra, impresionante. Nunca ví un show como este en mi vida. Nos movemos para todos lados tratando de seguirlo. Hay una valla pero está ahí, a tres, cuatro metros. Los sueños se cumplen, pero no tienen buen timing. Seguimos así hasta pasada la medianoche. Bailamos Dancing in the dark, pero la que sube al escenario es una nena de veintipocos años, posiblemente no había nacido en el ochenta y cinco, cuando aluciné con el video. 
Cuando termina, salimos todos tranquilos, en silencio, apurando el paso para no congelarnos, no me cruzo con ninguna bandera uruguaya, ni de Peñarol.  La vida sigue. Algunas puertas del pasado siguen cerradas. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

domingo, 1 de septiembre de 2013

Entre Sinatra y los swingers


El fin de semana ha pintado bizarro, en el sentido mal entendido de nuestro español. Rarito, pero divertido. Una noche de teatro escuchando covers de Frank, Elvis, Liza y la Piaf. Sinatra era un papá del colegio, una especie de clon en miniatura de Julio María Sanguinetti. Y por cierto, creemos que es nuestro consuegro (su hija es la novia secreta de mi hijo de 11). Una cena en un restaurant chino de cuarta, pero en gran compañía. Y chismes, el muchacho que todo lo tiene, el papá musculoso y divorciado, que anda con guardaespaldas y le ha tirado los galgos a medio colegio, ese mismito, se separó de  su novia (otra mamá del colegio) porque ella no quería hacer de swinger.  Y a mí que no me da ni para empezar a hablar del tema. Vergüenza, celos, miedito a que el otro se enamore, o yo, lo más probable.  Seguimos con un sabado de cumpleaños glamograsa, en hotel de belgrano, la pareja anfitriona, chica gaturro, moooocha silicona, y muchacho lustroso: recepción con lunch para todos los padres de los cuatro grupos de sala de 5 años. Los pocos papás de esa sala que son amigos, no estaban. Volví a casa casi con ganas de bañarme después de esa especie de prostitución social. A la noche, hijo que se quedó a dormir en campo enemigo, es decir, lo de su gran amiguito hijo único de psicóloga, obesohipersedentario, que vive a dieta de pizza y pc. Y cuya vida  es el gold standard de la felicidad para Guille. No sé si me toca ir a buscarlo. Por ahora zafé de ir al supermercado. El hombre de la casa se llevó a los dos más chicos, mientras yo estoy acá blogueando. Creo que a mí me toca el último encuentro del fin de semana, el face to face con la psicóloga que me dice a todo que sí, como si la loca fuera yo. Y no estoy loca eh, no estoy locaaaaaaaaaa!!!!!!!!