Es de esas cosas a las que una madre arquetípica contestaría ¨yo te lo dije, nena!¨. Si, siempre supe que no hay que decir palabrotas frente a los niños, que las malas palabras quedan feas en una chica, que son de mal gusto, todo eso. Pero vivo puteando más o menos desde los trece años. Durante unos años conseguí mantener a mis hijos fuera de ese vocabulario, sobre todo porque Marcos no habló hasta los cinco, siete, yo qué se, según cómo se mire. La cosa es que en el último año se empezaron a venir. Me hago cargo de algunas pero no de otras como ¨estúpido de mierdita¨que no sé si es creación de mi hijo o la sacó de la escuela. Pero el chiquito entró de lleno al lenguaje y a las puteadas todo junto. De pronto se pone a los gritos ¨puta paió¨ mientras juegan a la pelota (¨puta paió, gol de Basil!¨- en el metegol). Y así, también dice ¨cúpido de mieda¨, algo que me hace mucha gracia y trato de impedir que no se note. El del medio se la pasa mechando ¨cago¨, ¨cagar¨ y otras derivaciones, en cuanta frase puede, sin que tenga el menor sentido. Ah, y todos gritan en esta casa. Por lo tanto, parece que ya es tarde para prevenir lo inevitable. A veces me acuerdo de cuando era adolescente y pensaba que para qué iba a tener hijos, para que salieran rayados como yo, y acá vamos otra vez. Así debe ser desde hace miles de años, me consuelo.
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mirà, una puteada no va a matar a nadie.
ResponderEliminarPero, tenè cuidado donde la dice.
Saludos