viernes, 12 de noviembre de 2010

Ese histeriqueo interminable



Media tarde de viernes, encuentro de dos amigas que no se ven hace mucho, en algún lugar de chacarita soho, o algo así. Preguntas de trabajo (yo a mi amiga), que cómo se lleva esto de seguir entre los científicos ahora que una es ¨ex¨ hace rato, y si se la banca. Ella dice que se la banca más o menos, que le toca medio de secretaria ejecutiva por momentos y se quiere matar. Pero que en un futuro le puede llegar a quedar en sus manos el manejo del ¨banco de moscas¨ (drosophila melanogaster, eh). Y lo dice con algo de optimismo. Ahí llega mi desconección inevitable, me pongo a divagar mientras hablo. Banco de moscas, las recuerdo en sus tubitos en genética I, cuando había que ponerles éter a los tubos para dormirlas y poderlas contar, aún así me daban asco. Y no son nada comparados con los que trabajaban con vinchucas, y hacían ¨juguito¨. Recuerdo una vez más, para no olvidarme, que me fui de neuro porque no soportaba inyectarle ansiolíticos a los ratones (y tomarles la fiebre!), que para las disecciones de los cerebros me los tenían que guillotinar otros y sacarle la piel, y recién cuando estaba el cráneo a la vista, con suerte, arrancaba yo con la pinza a extraer el cerebro y cortar las porcioncitas de corteza, cerebelo, hipocampo. Que por eso me parecieron buena idea las Solanum Tuberosum. Que después de mi impass desempleado después de la maestría, volví a caer, en aquel grupo que estudiaba procesos alergénicos con un modelo de ratas y me pasaba del asco tener que nebulizarlas. Que antes, cuando tuve que hacer los anticuerpos para mis Westerns, y había que inyectar a los conejos buscaba a Martín o a Luis para que me los sostuvieran,
y así. Que a mí dámelo en tubito, que todo in vitro por favor, nada que implique tocar a ningún bicho si se puede y que eso se metía en el medio de varios proyectos. Que al final mi pregunta de siempre no estaba tan errada,
-¿esto es lo mío o no?

La respuesta me la dieron las circunstancias

2 comentarios:

  1. Yo siempre odiè el Bioterio.

    Me daban làstima, las ratas.

    Y entonces me robè una, una noche.

    Le puse "Frankestein".

    Y mi vieja me odiò a mì.

    Saludos

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  2. uh, me acuerdo que me quedaba impregnado el olor de las ratas, ese del bioterio, en el guardapolvo, o en la nariz...

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intentalo que podés!