Al final me quejo de llena. Las tardes de miércoles, valga la redundancia, son complicadas porque en el colegio hay ¨día corto¨, o sea, los niños salen a mediodía, y siempre hay alguno que va a la casa de otro, planes de último momento, todo eso. Esta vez, salida de un cumpleaños, me traje a un improvisado para mi casa. Con los 29º que ya tenemos en noviembre, y la pileta que sigue vacía porque le salieron ampollitas a la pintura, los niños arrancaron con la maratón de jueguitos en la compu. Parecía otra tarde deprimente, hasta que vieron que le estaba llenando la piletita inflable al chiquito (tendrá 1m de diámetro?). Cuestión que les dio la locura por meterse (vestidos), vaciarla, hacer llorar al pichón, salir, meterse, hacer llorar al pichón, y embarrar toda la veredita en el interin. Además de que dejaron anegado al pasto ralo, convertido en un café con leche de barro. Terminaron enterrando allí los autitos, embarrándose lo que no se habían embarrado hasta el momento. Después de dejar todo bien chancho, se nos unieron al grupo de pan (flauta era en mis pagos, baguette en estas zonas chic), con dulce de leche y nesquik frío. El precio de sacarlos de la compu puede ser alto, no hay caso.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
intentalo que podés!