Dijeron que iba a llover pero el cielo tiene ese azul divino de primavera, el sol está fuerte con ganas, y la pileta sigue vacía porque el pintor le dejó grietas y cachivaches sin arreglar. Me gusta escuchar al viento suave hamacando las ramas de los árboles. Varios pajaritos tampoco se tomaron vacaciones y están meta piar. Pero nosotros, con nuestro cuete en el culo, no podemos igualar tranquilidad con diversión. Algo de toda esta paz resulta un embole. Mientras los grandes leímos el diario abajo del alero, los niños están tirados mirando tele desde el desayuno. Esa imagen me da culpa y algo de tristeza. Aunque el más sedentario es Guille, no hay caso. Ya arrancamos los movimientos de asado dominguero. Agus y Marcos se entusiasman y se van con el padre al parrillero. Los fines de semana resaltan la soledad de no estar en la ciudad natal. Aunque somos extranjeros de mentirita. OTros se arman su vida social con más espíritu, me digo. No tener invitados para el asado no es consecuencia de ¨no ser de acá¨. Es una forma de ser, de actuar. Pero no creo que cambiemos, qué se le va a hacer.
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