Siguiendo con mis reflexiones light, hoy volví del supermercado puteando porque gasté una fortuna. Cierto, compré muchas cosas de esas no imprescindibles pero interesantes, jabones para lavar blanco, negro, salsa chuchi, quesos ricos, varios etcéteras además de los gastos pavorosos en tres pedazos de carne y mucha leche. Bué, pero el consuelo me esperaba en una nota del diario que justificaba mi gasto desmedido. Si, la ciencia del carrito. No es ninguna novedad, lo básico está al fondo y de camino te cruzás con los habanitos de chocolate, la cerveza mexicana y los nachos. Sólo soy una víctima más. Ellos ganaron otra vez.
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