Me pasé años dando consejos sobre la vida a mis amigas, primas, novios, qué se yo. Al que se cruzara. No sé si eran consejos o sólamente mis opiniones. Pero era algo que no me podía callar, que necesitaba decir, sobre lo que hacían o no hacían. Después, de a poco, cuando un dia no quise escuchar a nadie que me dijera a mí lo que tenía que hacer, empecé de a poquito a cerrar la boca. Observaba calladita cómo los otros iban rumbo al caño. Y bueno, si quiere ir, que vaya. En medio de ese nuevo silencio me dí cuenta de que mucha gente a mi alrededor hacía lo mismo, conmigo o con los demás. Y así cada vez más, me fui perfeccionando, sin llegar nunca a ser una experta en callarme la boca. Pero hoy en ese té de chicas, creo que pasé de grado, subí de nivel, cambié el color de cinturón. Hubiera tenido mucho para decir, tanto para opinar, pero de verdad, nadie hace caso a los consejos con los que no está de acuerdo, así que para qué hablar. Hoy fui una muda cortés.
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