Ya escribí algo por el estilo, en otro lado, en otro tiempo. Mi espíritu navideño no es lo más, aunque desde que soy mamá puedo contar con el momento felíz de ver a los nenes abriendo sus regalos y soñando con Papá Noel. Esta Navidad ya tuvimos a un creyente desertor, y entonces tuvimos que forzar menos la imaginación, porque para los otros dos no hay que insistir mucho. Guille estaba entre desilusionado y curioso, se notaba, todavía tiene que superar el síndrome del Expreso Polar. Por suerte, para contrarrestar, Agustín saltaba loco de contento, gritando ¨si! vino papanuel!!¨. Y hoy, Navidad. Más comida, más calor, pileta, siesta a la sombra con la malla puesta. Y mañana, domingo, seguimos en paz. Qué suerte.
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Que bueno Vero. Los adolescentes que tengo a cargo han fingido conmigo durante años y todavía hoy hacemos de papanuel unos para iusión de los otros.
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