Ya no hay que esperar ni un día más, se termina el año. El 31 de diciembre siempre me cae bien, antes me daba nostalgia despedirme de un año especialmente bueno, cuando era más chica. Ahora los dejo ir sin mucho apego. De la neblina del ayer me vuelve el recuerdo de algún 31 memorable en el Mercado del Puerto, con amigas, tambores y encontrando a todos los que me gustaban, medio borrachos bajo el sol fulminante del mediodía. Hace décadas de eso. Hoy vamos a estar los cinco nomás en casa. Como siempre en Buenos Aires, el déficit de amigos íntimos se nota en las fiestas, pero ahora lo que me sobra es familia propia. Vamos, hop hop a ese ánimo de fin de año. Estoy buscando receta para espuma de frutilla porque la heladera me sigue haciendo leru leru y las de ayer ya están a punto de fermentarse.
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