lunes, 10 de mayo de 2010

Lunes otra vez, llegando tarde como siempre

Me temía que sucediera, y pasó nomás. Este año los nenes entran a clase a las 9h (bueno, se puede entrar 8.30 pero no voy profundizar el asunto). Llevamos cinco años llegando al colegio alrededor de 8.40h, así que sería esperable que este año no nos destacáramos por la impuntualidad. Pero no se le puede pedir peras al olmo. Cierto que ahora tengo a Agus que entra acá cerca al jardín (a las 8, a las 9, cualquiera). Y si lo llevo antes, vuelvo lengua afuera y todos están de lo más panchos. Empezando por G. No hay forma: ni por las buenas, por las malas, llantos, gritos, súplicas, indiferencia, furia, nada consigue que cambie su ritmo de caballo manso. Tiene sus ventajas vivir así, porque no es que no haga cosas en su vida, hace muchas, pero siempre, maaaanso, sin calentarse. Y yo que hiervo. Igual la llegada tarde de hoy me la tomé con respiración lenta. Sencillamente me siento perdida. No tengo solución para este problema. Un solo auto, diez km entre el colegio y nuestra casa, y mucho, mucho tráfico. Cierto que no estoy trabajando y no le tengo que agregar mi ¨producción matinal¨ al loquero. La solución es una casa en Belgrano chico. Ya sabemos qué numerito se necesita para eso. Uf, es más barato levantarse temprano, pero él no lo entiende. NO LO ENTENDERÁ JAMÁS. Por qué me sigo ofuscando con el asunto?

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