Casi medianoche, y yo como siempre: sentada en el tigre (de peluche, epa!), y el niño tomando mema en su camita. Una vez más no siento la alegría fulgurante del embarazo. Esta vez en particular pienso: si, metí la pata, finalmente voy a tener un hijo no planeado. No hubiera sido capaz racionalmente de tomar esa decisión. O me amoldé una vez más a las ideas de mi marido que quería cuatro como él y sus hermanos (porque juntos son dinamita, sobre todo)...
Horas atrás, día de hoy, hora de la cena: nadie me hacía caso cuando intentaba que vinieran a sentarse. Ya no me hace gota de gracia. Y ni siquiera tengo fuerza para seguir rezongando. Estaba parada en la puerta de la cocina pensando ¨que llegue este hombre por favorrrr¨( y no se había llevado el celular), cuando por suerte apareció. Arte de magia, antes de las 8. Ojalá sea un cambio real. No puedo sola con esto. No tengo tantas ganas de hacer todo otra vez. Eso me asusta. Y ya tengo uno de esos dolores musculares cerca de la ingle como si cargara una panza de tres kilos. Siempre chispita lo mío
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
intentalo que podés!