Mi pancita tiene un status que varía entre clara panza de embarazada y bizcochuelo sospechoso, según la ropa que me ponga. Pero con la campera negra por encima, sigo pasando desapercibida por unas semanas más. A qué venía esto? a nada, ciertamente. Y no voy a explicar las vueltas de mi día, ni que la empleada me hizo the classic me voy a paraguay trick. La cosa es que volvía rumbo a casa con dos de tres en el auto, 4 y media. Se veía el humo o polvo o mugre que volaba por Maipú brillando en el aire soleado de la tarde. Niños tranquilos en sus asientos. Y ahí me acordé. No necesito terapia, ni una gota de ganas de ir a hablar de nada con nadie para resolver nada. Esto podría significar:
1) estoy curada!, oh cielos
2) ya me da igual todo, no hay nada más que arreglar
3) ahora me río pero ya volveré con el caballo cansado
Si tuviera un multiple choice me estaría matando entre el 2 y el 3. Pero me parece que no necesito hablar ni del embarazo, ni del matrimonio, ni del trabajo, ni del futuro, ni del pasado. Claro, me estoy haciendo trampa, me conseguí una psico para hablar de los niños, o más que nada de Guille, eeeeeh. Bueno, pero ahora no necesito ni eso. Ni por excesiva felicidad ni por desánimo. Porque sí.
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