lunes, 19 de abril de 2010

Cuando pase el granizo


Hace días que duermo mal por las noches, Luqui se despierta, pide la mema y yo termino tendida sobre un colchoncito al lado de su cama, envuelta en una manta. Así me desperté hoy, me vine a mi cama para enterarme que faltaban 12 minutos para que sonara el despertador. Pero volviendo a ayer, me desperté abombada y no muy acalorada, en las mismas condiciones que hoy, no me dí cuenta que hacía calor durante horas. Vestí a los nenes con pantalones y remeras largas. Yo también. A la tardecita hicimos una excursión flash a la Recoleta con los dos más grandes mientras el chiquito y el papá dormían siesta, para encontrar a una amiga de Montevideo que estaba con toda su familia, dos suegras incluídas. Fuimos a ver el Exploratorio de Ciencias a velocidad supersónica porque Marcos (si, y si mejor vuelvo a los primeros nombres?) lloraba, no le gustan los sitios donde el sonido retumba, entre tantas otras cosas... La cosa es que el aire estaba caliente, pegajoso, yo estaba cansada y molesta por el calor, por la corrida hasta el centro (estuve con mi amiga unos 20 minutos, locura. Amiga del liceo, hablamos de más de veinte años atrás, esas amistades que se sostienen 100% en el afecto y en el pasado). Nada, nos tomamos una coca, un pop, y volvimos. A bañarse y todas esas tareas de domingo a la tardecita. Los platos del mediodía seguían desparramados en la cocina. El hombre de la casa tiene muchas neuronas inteligentes pero jamás se conectan para detectar ese tipo de detalles no armónicos en el hogar. Cuando ya estábamos bastante organizados, limpitos y con la comida casi pronta, empezó el bombardeo de bolas de hielo, las más grandes que ví en mi vida. El estruendo asustaba. G abrió la puerta de vidrio que da al jardín y las bolas de hielo rebotaban y entraban a casa a todas velocidad. El ingeniero calculó bien, quizás se nos hubiera roto un vidrio de un bombazo. Para cuando terminó el estruendo ya estaba atrasada con la cena, una media hora. Aún así la cosa no salió tan mal. Y esta mañana todavía teníamos hielo flotando en la palangana, afuera, por supuesto. Todos se fueron a la escuela y al jardín, un logro después de dos semanas de pestes repetidas. Parece que todo funciona. Salvo que hay que arreglar el techo y en eso está G, comprando tejas. Espero poder volver al club esta semana. Y mis siguientes prioridades culturales, francés e italiano en los sendos colegios de mis pichones. Grupo de perfeccionamiento en ambos, ja. Largamos!

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