martes, 25 de septiembre de 2012

Tengo un hijo que ama la espinaca




Mi abuelo no comía nada de chico, a mi madre no le gustaba ninguna comida cuando era niña, yo era un palo, no me gustaba nada. Mis hijos mayores, de bebes  y chiquitos, no querían abrir la boca para comer. No me sorprendió, es la genética, pensé.

Pero el tercero (el único que se parece al padre!), es así:

mientras yo revolvía la espinaca con salsa blanca (algo que me daba arcadas cuando era niña) me dice,
-dale mamá, estoy desespedado!!
-desesperado por qué? le pregunté
-desespedado pod la cuchadita!!
y después se chupaba la cuchara de madera diciendo ¨mmm, salsita!¨


Siempre recuerdo una descripción de Doris Lessing en ¨el cuaderno dorado¨, ella contaba que su hija estaba ¨cucu¨ por las espinacas al bechamel y se lo pedía de cena todas las noches, y yo decía, si, tenía que ser una nena inglesa de la posguerra...

La vida te da sorpresas

La vida te da sorpresas

3 comentarios:

  1. Ayyy qué maravishas esos niños! Por acá nos incribimos en el grupo de toda la otra gente que nombraste... qué horror.

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  2. SACASTE LA PALABRA VERIFICADORAAAAA!! SÍIIII!!

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  3. jaaa!!!! no te preocupes, podés sacarte la culpa por unos años con patitas de espinaca como he hecho yo con los otros hijos!!


    una cosa, Ann! saqué la palabra verificadora pero parece que se me desconectó el aviso de los comentarios al mail! habré cambiado algún cable? voy a revisar los misterios de blogger a ver si lo arreglo!
    besos

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intentalo que podés!