Y no sé si es una historia tan buena. La cosa es que hace un par de años llevé a unos amigos (ella uruguaya, él, italiano) a La Boca.  Era la segunda vez que llegaba ahí manejando, pero hacía muchos años de la primera. Decidí ir por Puerto Madero, Huergo (cómo odio esa calle), y en un momento del camino me encontré abajo de la autopista, al borde del río de un lado, y con una mini favela del otro.  En esa excursión nos topamos con el esqueleto del Luciano Federico, que no es un cadáver cualquiera sino el legendario Buquebus que me trajo y me llevó tantas veces del paisito.   Y nada, la zona era tan tenebrosa que se me ocurrió preguntarle al único tipo con pinta decente (?) que andaba por ahí, a pata, tranquilo. 
-Señor, por acá llegamos a Caminito?. 
- Noooo, tiene que volver todo para atrás y ...
No me acuerdo qué corno me dijo pero si, llegamos a Caminito media hora después.  
Los años pasaron, siempre traté de recordar que el camino a Caminito no era por debajo de la autopista.  Bué, hasta este fin de semana en que salimos de tour urbano y se me dio por decirle a mi marido, 
-vamos a La Boca?
Y allá fuimos, y por dónde se metió el hombre, por el camino casi subterráneo lleno de fantasmas de barcos y de los otros. Yo ya lo estaba criticando (puteando, bah) en varios idiomas, cuando al final del camino, allá lejos, apareció el puente Avellaneda, y todo el resto de lo que estábamos buscando. 
Entonces, el tipo que me hizo dar la vuelta y volver por otro camino, me estaba jodiendo o  era idiota? La gran pregunta sobre el género humano, una vez más.
La diferencia entre el tarado y el hijo de puta es tan sutil a veces...
 



 
 
 
 
 
 

