Y ya se pasó el 2 de enero, y se viene el 3, y arranca todo de vuelta. En otros años a esta altura estoy ansiosa por irme a la playa, o ya llegué, hace un ratito. Esta vez las vacaciones son en el jardín de casa. Mi hijo más sedentario me saca de quicio varias veces al día, de la tele a la compu, a la tele otra vez, tirado en el sillón. El otro, que ya tiene sus propios bemoles, me saca por romper las plantas con la pelota, y porque grita sin sentido, por algo es como es y solo podemos bancárnoslo. El chiquito completa el despelote tirando todo al piso, pero es tan divino escucharle esa vocecita dando explicaciones que no me dura demasiado el enojo, salvo cuando se pone caprichoso. Y de pronto, la epifanía: tarde me doy cuenta, yo no tenía ganas de pasarme la vida cuidando a cuatro niños. O creía que todo iba a ser un idilio, la familia perfecta cenando alrededor de la mesa. Pero acá estamos, a punto de llenar los seis asientos. Y ahí me acuerdo de las familias ¨normales¨ que conocí antes de estar de este lado de la red. Y es cierto, siempre hay un hijo que es el más hinchapelotas, siempre hay uno que la complica, o dos. Nada (ni nadie) es perfecto. Otra conclusión obvia y vieja para el 2011. Lograré relajarme este año?
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