domingo, 1 de junio de 2014

Me escapo cinco minutos en el rush hour del Sunday evening


¿A qué hora se termina el fin de semana? es una pregunta que me hago cada domingo, (y ya me he hecho varias veces en este blog) y según el nivel de procrastinación que va acompañado de un equivalente de culpa, es el momento en que doy por terminada la ilusión  de bienestar del fin de semana. El problema es que, mientras yo ya bajé la cortina hace rato y estoy trajinando en la cocina, bañando niños y armando mochilas, marido sigue mirando tevecinq como si nada.  Le doy preavisos amables pero dos por tres la cosa termina en mala onda. Y la otra pregunta de siempre, que no tiene respuesta, ¿qué es peor, seguir insistiendo para que cambie su ¨percepción del tiempo y de las tareas y del tiempo que dichas tareas insomne¨y darme contra la pared sistemáticamente, o hacer todo yo y no esperar nada?. Me aburre lo primero pero no puedo renunciar, y no me resigno a lo segundo. Y en eso se nos va la vida. Pero al final, no es tan mala como parece.


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