Chicas, madres que no han pasado aún por la experiencia de llevar a sus niños a un concierto en un estadio con algún ídolo pop del momento, así fue mi experiencia anoche:
Después de semanas de insistir (Guille) y de olvidarme (yo), casi a último momento compramos entradas para el recital en GEBA. Si, esto de Selena Gomez es más bien un fenómeno de chicas, lo cual me deja meditando sobre ...? pero no, no es el tema. A su mejor amiguito por supuesto que también se le antojó ir, y allá nos encontramos con su mamá, el chico en cuestión y otra compañera del colegio, mucho más bajita que ellos dos. Yo me esperaba las quejas por la cantidad de gente, el calor, el apretuje (llegamos casi sobre la hora), pero no, el problema fundamental (todos los demás ya no lo eran), resultó ser la cantidad de adultos muy altos, parados con sus niñas en los hombros, que tapaban completamente la vista aún al final del final del campo. Costumbres argentinas podría decir yo pero no me voy a meter en la boca del lobo. Pensé que alguien con un micrófono iba a pedir que se sienten, pero ni mu. Con lo cual, empezó el recital y aquello era la nada, luces rojas en la noche y muchos culos en nuestras caras. En el medio, a la mamá del nene se le ocurrió coimear a la señora que custodiaba la entrada a la platea, una gorda con pinta de guardiana del museo de Praga (otro día te cuento). Así que fuimos y vinimos un par de veces, del fondo del campo al sucucho de la entrada, esperando que la gorda nos dejara pasar. Yo estaba muy incómoda con la situación, pero no lo podía dejar afuera a Guille.
La gorda nos decía
-esperen un rato!
y los nenes seguían ahí plantaditos, esperando, y a mí se me retorcía el estómago con ganas de pegarle una piña. A todo esto, cual si fuéramos a cruzar el muro de Berlín, nos dijo
-pasan ustedes! los otros esperan un rato
señalando a la otra mamá, la que le había dado la coima, obvio. Así que le dije a Guille, vámonos, venimos después. Y ahí, por esos milagros del caos y el azar ( y de mis ojos operados!), en plena oscuridad, cuando volvíamos para el fondo del campo, descubrí que había como unos escalones abajo de la platea, que estaban custodiados pero con mucho lugar libre, le hice señas al guardia y con una sonrisa nos hizo el gesto de que pasáramos. En un minuto estábamos encaramados a los escalones, nuestras cabezas llegaban casi a los pies de la platea, genial. Yo sabía que Guille estaba angustiado porque se había separado de sus amigos, y ahí de verdad que superamos las expectativas de la noche. Mi vista supersónica (!) detectó de la nada, viniendo al mismo lugar que nosotros, a mi amiga Su, y su hija Sol, amiga de Guille, a quienes yo imaginaba amuchadas a metros del escenario porque su plan era llegar a hacer la cola a las 5 de la tarde (pero no). Gran alivio y júbilo, exclamaciones de sorpresa porque ni de pedo contábamos con esa casualidad. A partir de ahí me volvió el alma al cuerpo, y pudimos seguir bailando al ritmo pop de radio Disney. La distancia, la que se ve en la foto, nada mal. Entonces me pude dedicar a las observaciones antropológicas con más soltura, y me conmovió ver que de los trenes que pasaban por el costado de la cancha (super cerca y cada cinco minutos), algunos aminoraban la marcha. Me imaginaba a los pasajeros festejando, gente que venía de laburar y quizás varias adolescentes o niñas que mirarían pensando en mil cosas a la vez. Calculaba las distintas sensibilidades de los motorman según la velocidad a la que pasaban por ahí. Ah, y Selena en el medio, con esas piernas y esos vestidos de princesa sexy, y las canciones te juro, pero te juro que se la bancan. Amo el rock pero me dejo hacer por el pop. Las canciones ya me las conozco porque Guille tiene los CD (adiviná quién le compró uno... porque él me lo pidió!). Y además, si todavía no te convence, escuchala cantando
oh it´s Magic y te va a gustar. Casi como si estuvieras en los 70´s.