jueves, 29 de octubre de 2015

crónica demorada de NY

Volví de NY hace tres semanas. Tengo que apurarme antes de que la neblina del ayer se trague las memorias. Te confieso, querido diario, algo inconfesable. Me subí al taxi para Ezeiza esperando la liberación de endocrinas, después al avión, y la cosa no llegaba, y no llegó. No tuve la explosión de alegría que me generan siempre los viajes. ¿Sería el estrés de la amenaza del huracán Joaquin, sería que en realidad mi plan original era ir a Europa en junio y no lo logré, o sería porque estoy deprimida pero soy la deprimida más hiperactiva que conozco, o porque fui sola de viaje, porque la única opción que encuentro para poder dejar a mis hijos y viajar tranquila es, que mi marido se quede en casa con ellos?. No importa la respuesta para esa larga pregunta, porque cuando me bajé del subway y salí en pleno Manhattan en Penn station, y lo ví al Empire State ahí nomás, se me puso la piel de gallina.   Yo quería repetir la sensación única de la primera vez que estuve en Nueva York, la de la fantasía cumplida.
Salí por la calle 34 rumbo al studio que había  alquilado por AirBnb, con el chucho de que no existiera, estuviera alquilado, o con olor a rata por los hámsters que la dueña me había advertido que tenía. Por suerte todo funcionó bien, aunque estaba frente al estacionamiento de bomberos, ambulancias,  y a una cuadra del de los subways. No se puede tener todo. El precio estaba muuuy bien. Y cuando llegué ni siquiera estaban los hámsters que la dueña me había dicho que tenía que cuidar.

Lo venía soñando desde hacía un par de años: ir a NY a The New Yorker Festival, y lo conseguí. Saqué pasaje antes de saber quiénes iban a ser los invitados, y no quedé defraudada. Estuve en una presentación de Junot Díaz, que está en algunos posts de hacer unos tres o cuatro años atrás, cuando leí sus libros y quedé enamorada, aunque es un dominicano que vive en USA, pelado, flaquito, pero como todas sabemos, los escritores enamoran con la palabra.
No sólo lo ví, a la salida del evento (yo estaba con una prima que vive en PA y se vino a visitarme), muy a la rioplatense, fuimos al baño y justo nos lo encontramos en el hall del teatro saliendo solito y tranquilo. En la presentación había hablado mucho sobre inmigración, mucho le habían preguntado sobre su opinión acerca de Donald Trump (él llegó a USA como inmigrante a los seis años, hoy es profesor en Reutgers y premio pulitzer, ves que es como para enamorarse?). Cuando me lo encontré me salió el borbotón de palabras (siempre que estoy contenta y nerviosa y ansiosa me vuelvo una máquina de hablar y no puedo frenarme: le dije, estoy sorprendida, esta charla en Buenos Aires hubiera sido sobre sexo, amor, la voz literaria femenina, los escritores están muy politizados ahora, parecen los latinoamericanos de izquierda luchando por la apertura política en los ochenta. O algo así.
Y en el medio, mientras me firmaba su libro (La maravillosa vida breve de Oscar Wao), mi prima le empezó a decir que se sentía muy identificada como inmigrante (ella y su marido) y con las vivencias de sus hijos totalmente integrados a la sociedad americana...

No me preguntes cómo pero Junot me preguntó,
-y tú cuánto tiempo te quedas por aquí.
Y yo, frente a mi prima también casada y demás, no pude evitar que el protocolo de histeriqueo automático se disparara solo:
-aaah nooo, yo me voy en dos días!! vivo en Buenos Aires pero soy uruguaya blablablablablaaaaaaa

Salí fascinada del Gramercy Theatre, pensando, Junot Díaz me habrá tirado los galgos?  Pero la alegría me duró pocas horas, luego de un rato me pregunté, qué me perdí, qué me hubiera dicho si le decía que me quedaba? si hubiera jugado mis cartas típicas de acosadora sentimental, aquellas de hace décadas atrás? Mirá si me invitaba a la universidad, jeje. Bueno, ni el empire state, ni el brooklin bridge ni la vuelta en bici por Central Park: el momento más top de mi estadía en NY fue ese. Y eso que también estuve en una presentación con Jeffrey Eugenides, y en una entrevista a The Good Wife, Juliana Margulies. Todo en ambiente intimista, a unas pocas filas del escenario.

Como ves no me voy a detener demasiado en contar los paseos que hice, y cómo quedaban interrumpidos diariamente por repentinas entradas a las grandes tiendas de departamentos, de las que salía con bolsas y bolsitas, buscado comprar ropa para mis hijos, y sabiendo que los iba a desilusionar porque ellos me esperaban pensando en juguetes gigantes y drenes con cámaras. Ya sabés como es la cosa, a donde sea que viajes, te llevas a vos mismo de equipaje. 



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