La mañana arrancó tempranísimo. Agus madrugó de más y aún así no se volvió a dormir antes del jardín, así que estaba allí a las 8 en punto. Llevé a los grandes al colegio 8y10, hace años que no llegaban tan temprano. Me faltó mencionar el detalle, el hombre de la casa está de viaje. Será por eso que todo fue tan rápido? Odio ver que es más fácil sin él que con su presencia...
Los cambios de planes del mediodía me dieron por el traste con la organización, terminé con un niño de más en casa, dos cumpleaños de menos, una amenaza de que lo dejan a dormir. Pero no, lo voy a llevar a otra casa, acá estamos sin disponibilidad para más lío. Mañana toca combi a las 7.15h para Guille, y Marcos no va al colegio por razones largas de explicar. Su amigo dormirá en otro lugar.
Estoy en el turning point de la maternidad, el momento en que descubro el sentimiento más crudo y llano que hay detrás de la rutina de cuidar niños, llevarlos y traerlos. Se me va agotando el manantial de angustia que me dejaba mi propia sensación de abandono cuando niña, y ahora sólo veo el embole que puede ser lidiar con tres niños que se portan mal, no te dan bola, de hecho casi no te hablan, entre la tele, la compu (y por suerte, hoy, la pelota!). Debo confesar que por momentos, estar con ellos me resulta un tedio que tengo que bancar mientras intento hacer otras cosas. Demasiada sinceridad para una tarde de primavera.
Me aburriré dando la teta otro año entero?
Que salga todo bien, lo único que espero.
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