jueves, 25 de noviembre de 2010

Llegando al viernes


En un estado de mierda. No es que piense que mis problemas son peores que los de los demás (bah, todos lo pensamos). No me doy la cabeza contra la pared pensando por qué me tocó a mí (ya lo hice durante los primeros años). No, ahora sólo me aburre, me agota, me enfuerece, me harta. Como siempre la hora de hacer que los niños se fueran a bañar terminó en batalla campal. Esta vez por Marcos, y aunque no le puedo gritar, porque se supone que ¨estos chicos se ofuscan con los gritos¨, yo le grito igual, lo rezongo igual. Es que si me pega con el control remoto, no me queda otra que gritar, arrastrarlo rumbo al baño.
Por la fuerza que hice me dio un tirón en la pierna, una contracción, y ganas de matar a la empleada (le había pedido ayuda pero se quedó ahí quietita mirando), todo junto. La mandé a ella a bañarlo. No lo vivo como una tragedia sino como una molestia inmensa, cuando nació pensé que iba a vivir en la oscuridad eterna pero no, uno se acostumbra a todo, o casi. Lo que nunca se me fue del todo es la fantasía lejana de que un día desapareciera. Ya hace años que es demasiado tarde para eso. No hay nada gracioso para decir, para bajarle el tono a la mierda de la vida. Sin embargo cuando me preguntan ¨y cómo anda Marcos¨ (unos porque piensan qué horrible deber ser el SD, otros para demostrarme viste que no es tan horrible) , siempre cuento las cosas buenas y no estos momentos de mierda en que odio su existencia. Mejor no me pregunto por qué será.

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