que sea 31, una noche más al lado de la camita de Agustín que ya se durmió. El día pasó entre médicos a la mañana y horas de vacaciones a la tarde, más mamás con niños, tortas, peleas por los juguetes, vida burguesa y panza muy pesada.
Hoy me acordé de la inscripción que hice en un costado de mi bibilotequita de liceal, en aquel dormitorio oscuro, en casa de mis abuelos: ¨30/12/87¨. Como un enigma, ahí quedó estampada hasta que la pinté de azul cuando me fui a vivir sola. Pero la escribí cuando todavía tenía fe y me iba a la capilla del colegio a rezar. Qué habré pedido, qué habré prometido. Amor, seguramente. No me puedo quejar, en ese caso mi blog tendría que tener otro nombre.
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