Estoy sentada sobre la mesa ratona, la tele a menos de un metro con un dibujo espantoso de Cartoon Network a todo volúmen y un hijo sentado en el sillón que ahora tiene mi vieja colcha de soltera como funda. Finalmente los almohadones se abrieron de punta a punta.
A mi espalda hay unos cincuenta lápices tirados y una decena de hojas A4 Autor en el piso (si les compro hojas de dibujo hacen aviones de papel pero les encantan las hojas de la impresora para dibujar, es así). Tengo talco J&& espolvoreado en el hombro sobre mi amada remera negra de Praga. El baby se cacó justo cuando le puse los pañales baratos, un clásico. Ya lo bañé y está contento en el cochecito, también a mi costado, a un metro de mi mano.
A unos seis metros está sonando Radio Disney a volúmen considerable, y en dirección perpendicular, en nuestra cocina sin puerta, el hombre de la casa se dispone a hacer cazuela de tiburón (porque estaba barato el kilo en el Carrefour), ayudado (no me queda claro cómo es posible) por los dos duendecitos que largaron los dibujos en el piso (uno por friki y el otro por chiquito). Ha sido un sabado pacífico, pudimos convivir los seis en el living, en grupos de actividades. Pude leer algo del cuento de Salinger que tengo en la mesa de luz desde hace como un mes (¨Franny y Zooey¨, Me lo prestó V. Ahora entiendo que ella siempre habló como los personajes de Salinger, sólo que yo no lo sabía). Eso fue hasta que vino Agus con su pila de libritos y me dijo ¨ahoga mi toca a mí¨.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
intentalo que podés!