Esta semana tuve que hacer una visita extra al carrefour, para comprar gaseosas, papas fritas, en fin, toda la basura necesaria para festejar un cumpleaños como el capitalismo manda. Si una compra semanal me molesta, tener que ir dos veces al supermercado, agarrar un carro y llenarlo, en el lapso de cuatro días, me dispara la sensación de incomodidad, culpa burguesa, fracaso, en fin, me estresa, resumiendo. Vos me dirás, se nota que no estás trabajando porque te estresa cualquier boludez, y sin embargo la ida al supermercado a la mañana, con pantalón deportivo simboliza todo lo que soy, aquello en lo que me convertí, y no sólo eso, sino que es exactamente lo que despreciaba antes de caer en ese lugar. Si, y esto ya lo debo hacer escrito cien veces en este blog, en el otro y más. Pero la cosa es que mientras transito góndolas voy en estado de atención flotante y sacando conclusiones, las mismas cada vez, pero que me parecen nuevas. Recuerdo a mi abuelo resoplando en su cama a medianoche, rumiando sus fracasos, sus decisiones equivocadas. El momento en que uno se da cuenta que ya no hay vuelta atrás y que los sueños perdidos quedaron por el camino. Qué hay en mi camino? voy por el bulevar de los sueños rotos, podré encontrar un desvío o al menos una óptica abierta en la ruta donde comprar lentes para ver la vida de otro color? Ese es el sueño que me queda pendiente: dejar de sentir que hice todo mal
Uh, bueno, ya está dicho
Hace 14 horas
Yo también odio ir al carrefour!! aunque hace mucho que no lleno un chango ¿qué es eso? jaja
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