Pasan los días, semanas, meses, años, y el problema sigue siendo el mismo. Suena el despertador, un poco antes de la siete (cuando me tenía que producir para ir a trabajar era 6 y media). Me levanto, alrededor el silencio. Empiezo a medir cómo (cuándo?) va a despertarse hoy mi marido, si van a irse con los nenes en remis o en el auto, lo que significa que después tengo que esperar más de una hora para que vuelva, esperarlo otro rato para que se decida a volver a salir, llevarlo al tren, y para entonces me va a quedar una hora hasta que el pichón salga del jardín. Cada vez más ineficientes.
Marqui se despierta más fácil pero igual se queja bastante y casi todos los días dice ¨yo me quedo¨. Vestirlo, hacer que baje a tomar la leche y en general ponerle la taza en la mano, la tostada en la boca, me lleva unos 20 minutos o más. Para ese entonces ya va siendo hora de que el hombre se hubiera levantado, estuviera listo pero eso no ocurre jamás, jamás. Tengo que pasar por el dormitorio y midiendo mis ganas de cagarlo a patadas, le digo de la mejor manera posible que se levante. Sigo rumbo al dormitorio de Guille, que es un marmota. Le voy sacando como puedo, las mantas, el piyama, ya está grandote y arriba de su cucheta todo se hace más difícil.
Cuando ya lo tengo a medio vestir, escuchando sus quejas y malhumor, vuelvo rumbo al dormitorio grande a ver cómo andamos. Abajo nunca se sabe si el otro desayunó o se tiró en el sillón. Las empleadas que vienen desfilando este año sirven de ayuda variada, la anterior no tenía ni un gota de onda para los nenes. Esta se hace la que sí, pero en realidad, tampoco. Al menos lo intenta.
Nada, en algún momento, finalmente, todos están levantados, terminando el desayuno, y entonces ya son unos 20 minutos más tarde de la cuenta. Por lo menos no voy yo manejando porque el estrés me saca en medio del embotellamiento a esa hora de la mañana. Y todos los días lo mismo. Esto cambiará? yo cambiaré? él cambiará?
Y la respuesta es la misma para todo. NO
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