Llevo un rato sentada frente a la notebook. Venía dispuesta a escribir pero empecé a contestar mails, buscar información, terminé enviando otro currículum y probablemente tenga otra entrevista laboral, que es uno de mis hobbies, definitely. Y justo cuando me acordé que tengo ropa para colgar y me había levantado del escritorio, me dí cuenta: esto que me pasa ES lo que tengo para escribir hoy. Es que después de catorce años con empleadas, unos siete de tener mucama ¨cama adentro¨ como dicen acá, este año, al menos por ahora, estoy intentando tener empleada dos o tres veces por semana. Quizás sólo aguante este mes, o hasta que haya demasiada mugre acumulada en los rincones, o hasta que haga frío y oscurezca temprano y no me de el tiempo de hacer todo, o hasta que en mi deporte de entrevistas laborales caiga en la ¨trampa¨ de otro trabajo full time (ese será otro post…).
Estoy aprovechando la energía negativa que me dejó la última empleada, que me robó, a la que además me encontré en la bolsa de trabajo de la parroquia a donde fui (sólo) a contactar empleadas (las señoras voluntarias que dirigen la cosa caritativa son como dealers de empleadas, suena muy políticamente incorrecto, pero sabés qué, me estoy dando cuenta de que ese es otro post que tengo pendiente). La cosa es que no encontré a nadie que me inspirara confianza, es que ya tengo el prejuicio, las veo e imagino la escena nuevamente, los mismos errores, las metidas de pata bestiales, las cosas mezcladas. Y no tengo ganas. Y la casa vacía para mí, aunque sea un rato cada día, es un placer, aunque el precio es un par de horas de trabajo para mantener la decencia, y otro par como para tener comida y cocina limpia… no estoy haciendo muchas otras cosas, cursos, idas al club, trámites, médicos. Ya me tocará el turno y veré cómo hago. Mientras aguante, voy a disfrutar la paz del hogar, la cosa de ser una real house wife. Con un poco de culpa (oh, pero no trabajo!), si no, no sería yo.