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domingo, 13 de julio de 2014
La final del Mundial, otra vez
Para Lola y su post mundialista
Año 1978, eran las vacaciones de julio y yo estaba en primero de escuela (traducción uruguaya de ¨primer grado¨), me había ido a la estancia de mis primos, cinco varones, a donde iban otros primos de ellos, y sumábamos unos diez, todos sentados en el piso de piedra laja, frente a la tele, con la estufa a leña atrás. Todos hinchando por Argentina, gritando como locos con los penales. Por ahí supongo que me atrapó el fútbol de chiquita. Todavía era muy inocente para la rivalida oriental con los hermanos porteños. Saltamos a la final del ´86, yo tenía catorce años, ya había desarrollado completamente el repudio uruguayo al porteño vacacionista, al cheto que llegaba en verano a punta del este y dejaba un reguero de costumbres nuevas, palabras, peinados y ropa. Me acuerdo del bajón y de pensar ¨quién los va a aguantar este verano¨. Esa época tan creativa no duró, o la globalización nos hizo perder la dependencia de la gran ciudad, no lo sé. Después vino la final de Italia ´90: yo estaba en Estados Unidos como estudiante de intercambio, encontré un canal mexicano que pasaba los partidos. No puedo acordarme si hinché por Argentina. Estaba a punto de volver a Uruguay, a decidir qué carrera elegir, adecuarme otra vez a vivir con mis abuelos, cambiar de compañeros de clase, todo eso me tapa lo que pasó en esa final. Aunque yo tenía el sentimiento anti porteño incorporado desde años atrás, los estudiantes de intercambio alemanes eran tan soberbios, sumados a la simpatía sudamericana provocada por la distancia, que tengo la sospecha de que hinché por Alemania. Y después ha corrido tanta agua bajo el puente. Jamás en mi vida adolescente, en ningún plan imaginario pude prever que iba a terminar viviento en Argentina, y madre de cuatro argentinitos. Esta final de Brasil 2014 me agarró hinchando por Argentina de corazón
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