RESULTA que ya el viernes próximo me estoy yendo a Roma, no le he dedicado la energía necesaria a resolver activamente cosas como comprar tickets online o saberme de memoria el sistema de transporte (como hice en algún otro viaje…), no me puedo decidir entre las opciones, qué día voy a qué, etc. Las opciones me paralizan. Ya me armé itinerarios y al quinto día llega marido. Para eso vienen mi madre y mis tíos a quedarse con la prole y esa parte me consume energía también. No me puedo quejar, la última vez que hicimos algo así fue hace ocho años, y por como pinta la cosa, la próxima será dentro de ocho años.
Mi nivel de depresión leve y oculto me impide estar exultante así que para parecer normal voy a tener que poner cara de chocha durante los días previos a mi partida, porque en total mis parientes se van a quedar en casa unos 10 o 15 días más de lo que yo planeaba, para llegar con anticipación. No me estoy quejando, mi medidor interno de privilegios empieza a emitir sonidos de alarma suaves y breves. Pero la verdad está allá abajo agazapada. De todas maneras sé que lo voy a pasar bien cuando esté allá. Es que no puedo confesar a nadie este desierto interior, esta falta de, a pesar de que funciono a toda máquina el día entero, hay algo apagado. A veces tengo la esperanza de que una pastillita o algún hongo mexicano me solucionarían los problemas mentales. Pero la cosa viene de familia
Hace 17 horas