sábado, 27 de abril de 2013

No puedo escribir la música que escucho


Eso me lo dijeron ayer en el curso sobre novela corta en el MALBA. Después miro los papelitos que escribí, para decirte quiés es el autor, un gran saxofonista  (mmm).
Quiero contar algo y es tan choto que parece que no hay una forma cool de decirlo, pero es que ¡ayer me escapé con mi marido a cenar por Palermo! algo tan pero tan trivial en la vida de tanta gente, para mí se ha vuelto un lujo exótico. Pero ayer nos sacamos las ganas con la excusa de que me fue a esperar a la salida de mi cursito nocturno. A pesar de que tengo empleada nueva hace cinco días, que es poco para dejar a los niños, en fin, todo eso, y sin hacerme la madre víctima o abnegada,  no me es fácil nunca. Bué, eso.
Fue un placer, comimos en paz, con velitas y todas las boludeces típicas de Palermo, comida hindú que en realidad por momentos parecía una papilla de zapallo hecha en la licuadora (no te quiero hacer acordar a la escena en que Torrente le licúa la cucaracha al padre en la sopa diciendo ¨jodé, son proteínas¨). Espero poder repetirla pronto. No, la semana que viene no, pero ponele, ¿en dos, tres semanitas?

sábado, 20 de abril de 2013

mi nuevo piscólogo: linkedin


Durante mucho tiempo desprecié la utilidad de linkedin, pero en el último año, además de hacerme muchos contactos interesantes, empecé a leer los updates y los links, muchos de psicología laboral, inteligencia emocional.
Qué hacer en una entrevista laboral, hábitos eficientes, en fin, ayudas para algunos de todos los aspectos patinosos de mi personalidad. Pero la semana pasada hice un todo un hallazgo. Una nota explicaba ¨no contrate al extrovertido, contrate al neurótico¨. Ahí explicaba que el neurótico con su ansiedad y sentimiento permanente de inadecuación al trabajo se esfuerza más y logra aportar más al equipo (típica teoría yanki, hacele lugar al looser porque te sirve).
De pronto fue como si hubiera entendido el big bang. La descripción calza perfecto en mi historia laboral: una permanente sensación de que no puedo, que los otros, que cualquiera lo haría mejor que yo. Mientras que lo voy haciendo. Pero, hay un problema, a mí no me para nadie hablando y por un buen rato te puedo confundir y me vas a tomar por la mina más simpática del bar (modestia aparte). O la más insoportable, según tu tolerancia. Entonces? socorro, ¡soy la peor combinación existente en el planeta! Una  neurótica extrovertida.

martes, 16 de abril de 2013

Flash para guardarse en el alma


Estábamos mirando Manny a la Obra cuando de la nada, Agustin me pregunta:

-mamá, las herramientas tienen corazón?

Está llegando a los cinco años, aprovecho el poquito tiempo mágico que nos queda

jueves, 11 de abril de 2013

Cada vez más parecida a mí misma


La vida es un espiral, lo han dicho tantos desde los griegos hasta Paulo Coelho (oh mi cultura superficial). Y entonces, otra vez estoy luchando contra mis errores. Y Quién no. Mentira,  hay gente que vive en paz consigo misma; yo no. Más que luchar, creo que floto apenas agarrada a un tronco de seguridad, siempre a punto de hundirme en mi propio torbellino.
No hay caso, lo críptico siempre sale kistch. Qué se le va a hacer

domingo, 7 de abril de 2013

Estoy leyendo: Philip Roth


Pastoral americana, me lo recomendó mi amiga V y yo sigo todos sus consejos. Es una historia que está lejos de mi vida pero incluye el futuro propio, y el pasado que vivieron mis abuelos probablemente:  la juventud en la posguerra, la madurez en los años sesenta. Tiene una sensibilidad y una crudeza implacables. El futuro es el fantasma de la adolescencia  que tendré que enfrentar dentro de pocos años, las discusiones actuales con mi hijo de casi once años que apenas son una muestra gratis y ya me dejan agotada. Cuando lo termine te cuento, pero desde ya te lo recomiendo como un imperdible

jueves, 4 de abril de 2013

El largo viaje de placer


Justo cuando había decidido que mis post tenían que ser más sintéticos, me viene a pasar esto. Ahora que ya llovió el diluvio universal, el recuerdo de las ocho horas de viaje de Buenos Aires a Fray Bentos  el jueves santo (contra las 3 horas y algo en época normal) ya está demodé. El piquete de una hora y la cola de diez kilómetros para cruzar el puente son un chiste (ah, y el DNI que nos olvidamos, el de Guille). Recién ahí me puedo adentrar a mi historia personal, el viaje al pasado, a las raíces seudohippies que dejé bien enterradas en la Barra de Valizas (pueblo vecino en hippirastafarisnobismugrientismo  del Cabo Polonio por si alguien no lo ubica). Y que el hombre de la casa me llevó a desenterrar una vez más. Su plan le salió un poquito así de mal, porque estaba alquilado el rancho sin agua y sin luz donde nos conocimos y vivimos varios veranos de amor hasta que al tercer año que pasé ahí como madre de dos niños chicos, decidí que prefería no tener más vacaciones en la vida antes que volver a pasar por tanto laburo (y te estoy obviando el tema de que el rancho en cuestión está en medio de un bañado, y que cuando el verano es lluvioso, pues, se inunda alrededor!). No, la casualidad nos llevó a una casita con calefón y heladera, a los que yo me abracé como al hermano sol y la hermana luna. Con los años de malhumor veraniego hasta le había tomado bronca a las dunas, con eso te digo todo. Así que me pude reconciliar un poquito con ese lugar aunque, como le dijo mi suegro a mi suegra (que quería volver a Mendoza, donde fueron de luna de miel hace cincuenta años):  no regreses al lugar donde fuiste felíz.   Hay algo indescriptiblemente incómodo, que sucede cuando querés volver a ser la misma de antes y te encontrás con la que sos ahora. Se llama Tiempo.  Pero al final, el viaje al pasado terminó siendo una escala mínima porque las peripecias de la vuelta taparon incluso a las de la ida. Ya habíamos hecho 200 km de viaje de vuelta, estábamos cerca de Montevideo y zas, nos damos cuenta de que quedó olvidada mochila con notebook, ipad, documentos. En fin. Me bajé con todos los niños, el hombre dio vuelta y enfiló rumbo a las dunas del pasado, ahora tan reciente. Yo me encontré de aventurera por Piriápolis durante cuatro horas, con cuatro niños y un bolso. Nos tomamos un ómnibus de la ruta a la ciudad de Piria, ida y vuelta, compartiendo esa rara tranquilidad de la vida urbana en los pueblos chicos, niños yendo a la escuela, gente que va a trabajar pero que exudan una calma que jamás conoceré. Llegamos a Montevideo casi de noche, agotados. Apenas logramos ir a comer panchos a La Pasiva (mi recomendación gastronómica número uno para Montevideo). Nos fuimos a dormir. A las siete de la mañana nos despertaron porque nos rompieron el cristal del auto. No robaron nada. Uruguay natural ya no está tan natural. Así transcurrió el último día del largo viaje, en vueltas para limpiar el auto, cambiar el cristal. Volver a la ruta mirando la tormenta del lado de enfrente, hasta que nos agarró a nosotros en la peor zona. Niños, cierto. Se portaron muy bien entre tanto lío.  El inventor del DVD portátil para auto se merece la canonización.
Llegamos al puente, teníamos que esperar al día siguiente a que abriera el consulado argentino (que estuvo cerrado por ... feriado argentino!!) porque a pesar de que entramos a Uruguay, no teníamos DNI de Guille (a la ida nos quedamos quietitos, al borde de la histeria, mientras el guardia de aduana revisaba documentos y contaba cinco dni, son seis no? y nos dejó pasar así nomás).
En el puente había pocos autos el martes de feriado final, eran las once de la noche. Dijimos, vamos a intentarlo, total, y otra vez, cinco DNIs, seis personas y la denuncia de extravío hecha en Valizas por las dudas. Y esta vez fue una agente de aduana, joven, contó DNIs, no sabemos si contó personas, y chau, pasamos.  Creéme que si queríamos pasar dos kilos de bananas no nos dejaban.