miércoles, 29 de enero de 2014

mi versión actualizada 2014: instalar?


Buenas buenas, hoooola, no sé si estás todavía por ahí. Dejo de probar el micrófono total ya no me oye nadie. Si escribo todo lo que me da vueltas en la cabeza, alguien se va a aburrir mucho. Vuelvo de las vacaciones más largas que he tenido desde los quince o dieciséis años. Vacaciones, pero con cuatro niños y sin empleada (unas señoras que iban a limpiar un par de horas cada dos o tres días, vale, no estuve sola sola sola). Pero todo eso ya lo conté en otros posts, otros años, el protector solar, la mugre que dejan a su paso los niños, la arena hasta el culo, las peripecias, correr para comer y para ir a la playa, para dormir y despertarse, y comprar de comer y cocinar y lavar los platos y la ropa y correr para descansar- mi vida de madre desbordada ya se repite demasiado. 

No, esta vez, como en las pelos de terror, cuando el muchachito descubre horrorizado el colmillo que emerge, o las orejas peludas creciendo y se empieza a volver lobizón o vampiro, bueno, así he vuelto yo… Empezando con las reuniones familiares, tan lejanas a mi vida cotidiana, con los parientes propios, para descubrir que como dijo Houllebeq, todas las relaciones son perecederas.  Los primos crecimos, los tíos envejecieron, las energías se perdieron, el engrudo vital de la familia se resecó.  Somos seres aislados, individuales, que formamos nuevas unidades familiares. Qué descubrimiento obvio. No hubo peleas ni disgustos, pero de pronto cual la Matrix, la combinación exacta de cada relación familiar flotaba invisible frente a mis ojos. Fue un flash de comprensión absoluta, y después, ya resignada y aliviada casi, entendí que mi lugar ahora es otro, hace demasiados años que tengo una familia propia, ya no puedo acomodarme en mi viejo papel comedido dentro de la escena global de tíos y primos, donde todos tenían a su familia completa y yo, a casi nadie, salvo a ellos. 

Con la familia política el caso fue totalmente opuesto: las diferencias son la base de mi relación con ellos, pero mi puesto ahí es de una categoría superior, raro esto de los lazos políticos. Con estas señoras, nos une el amor por el tipo que es mi marido pero es el hijo, el hermano, el amor de ellas (sin hijos) por los sobrinos, ese amor exagerado y un poco desubicado, pero que a la vez agradezco porque es amor que reciben mis hijos. Soy más protagonista en mi familia política, que en mi propia familia de segunda línea. No es muy difícil de entender.

Y los amigos de siempre, son los amigos de antes: el cariño está pero como dice la canción brasileña ¨cuando se ama a gente finge que no ve que el tiempo pasa y no le importa de voçè¨. Tratar de conversar mientras cada una corre detrás de sus niños, mientras armo panchos en palitos para diez, y sirvo para los grandes, arrollado frío con ensalada en medio del caos total, y ya no me acuerdo de la última frase que dije para continuar la conversación porque las reuniones familiares para charlar ya no dan hace años, pero no hay otra posibilidad porque se vienen de otros balnearios para encontrarnos y entonces es un plan global. Y nos contamos un poco el día a día pero tá, se nos pierden cosas por el camino.  Y ahí pienso en los años de amigos transitorios que llevo haciendo entre trabajos y salas de jardín de infantes acá en la ciudad donde vivo, y la puerta del colegio, esos que me ven hoy, todos los días, saben quién soy hoy, no saben cómo llegué a serlo, eso es cierto. 

Otro poco de tristeza porque ya no tengo la misma comunión con amigas que se quedaron demasiado hippies, o demasiado igual que hace veinticinco años,  o demasiado distintas, o pensando demasiado en que yo soy la que era en aquel entonces, o esas mismas amigas vistas desde el lado luminoso, las que sí caminaron y remaron en sus trabajos y avanzaron, hicieron carrera, mucha o poca, y son un espejo doloroso de lo que yo no hice, o no pude hacer. No hay peor comparación en este mundo que medirte con los que fueron tus pares, los compañeros  de la facultad. Siempre salgo con la alegría lastimada. Serán celos, me niego a reconocerlo, no es contra ellas, es contra mí.  Yo siempre estoy en el peor lugar, incluso si es porque tengo la casa más linda o el auto más grande, si es porque tengo más hijos o una carrera inestable (¿invisible?), de magnitud apenas titilante.  Y ahí otra revelación, claro, siempre estuve en ese lugar, antes era porque no tenía novio, o no tenía a mis padres cerca, o no estaba segura de qué carrera seguir (ciencias o letras), antes buscaba consuelo, o aprobación sin salirme del libreto, iba a hacer campaña en ómnibus por todo el país, para aumentar el presupuesto de la educación, iba a las marchas, al centro de estudiantes, a tomar la universidad, a bicicletear para salvar los bañados de Rocha, a recorrer la costa con los geógrafos para ver los efectos de la erosión por los malos hábitos de construir sobre la arena, a acampar veinte días odiando el olor nauseabundo de los baños (sin agua caliente) del camping de santa Teresa, hacía todo eso por mí, pero quizás también por los demás, un poquito, sin darme cuenta. 
Y ahora no, miro la casa hippie comunitaria de mi otra amiga, llena de colchones en el suelo y me quiero matar, miro el viejo rancho donde nos amamos con mi marido hace diecisiete años y agradezco a la vida que no tengo que pasar otro verano allí. No soy más esa, quién es la verdadera yo? era verdadera antes y luego me fui lavando, perdiendo ideales como se pierde la intensidad de los colores de un cuadro, perdí el blanco, el azul, el rojo, quedé medio ocre? Así que una revelación más, soy una despintada, quién soy, no soy la que recuerdan mis amigas, ellas siguen siendo demasiado las mismas que fueron antes, estamos lejos pero nos queremos, no nos mentimos, la vida nos mantiene lejos. Si estuviéramos cerca, cómo sería todo?

Si esperabas cuentos de la playa, ya vendrán en otro post… o no?